LA PRINCESA Y LA LENTEJA
Había una vez un lejano reino
donde vivía un joven y apuesto Príncipe que buscaba a una Princesa con quien
casarse.
—Ella tiene que ser una verdadera Princesa —les decía el joven a sus padres,
el Rey y la Reina.
—Ése es el punto importante —le contestaban ambos.
Con esa idea, el joven salió a recorrer los caminos en busca de una Princesa
que fuera de verdad.
Viajó durante mucho tiempo. En cada lugar donde encontraba un castillo se
detenía para saber si allí vivía una verdadera Princesa.
En sus innumerables viajes, el Príncipe conoció a un gran número de
muchachas muy elegantes, hermosas y jóvenes, como él, pero nunca estuvo
seguro de si alguna de ellas era una Princesa de verdad.
"Una verdadera Princesa debe ser
una persona muy especial, y debe haber muy pocas de ellas", se decía a sí
mismo el joven Príncipe.
Pasados varios años, ya triste y aún sólo, el muchacho regresó a su hogar.
Cierta noche, una espantosa
tormenta se dejó caer sobre el castillo donde vivían el Príncipe y sus
padres, el Rey y la Reina. La lluvia golpeaba con violencia los muros de
gruesas piedras y los truenos retumbaban estruendosamente.
De pronto, en medio de la tormenta eléctrica apareció una figura pequeña que
caminaba con dificultad en dirección a la puerta del castillo.
Adentro, todos los sirvientes estaban asustados con el poder de la tormenta.
El Rey en persona fue a ver quien tocaba a la puerta en una noche con tan
mal tiempo.
¡El Rey quedó muy asombrado al ver a la hermosa jovencita que estaba afuera!
Ella temblaba de frío y estaba mojada desde los pies hasta la cabeza.
—Entre de inmediato, niña —exclamó el rey.
En seguida, condujo a la bella extraña hasta la sala principal temperada con
una gran chimenea, donde esperaban el Príncipe y la Reina.
Al ver la hermosura de la joven, el Príncipe se enamoró de inmediato. Su
felicidad fue enorme cuando ella le hizo una reverencia y dijo:
—Majestades, en verdad, yo soy una
Princesa que vengo de un lejano reino.
"Caramba –pensó la Reina– ya sabremos si esta señorita es una Princesa de
verdad o no lo es."
Cuando la hermosa visitante se cambiaba su ropa, la Reina en persona fue a
hacer que le prepararan una cama cómoda.
Debajo del colchón, la reina ordenó poner una lenteja cruda, y en seguida
mandó colocar encima otros cuatro colchones.
Por fin la cama estuvo lista y cuando la joven llegó para acostarse, la
Reina le dijo:
—Querida, espero que pase una buena noche y que duerma bien.
A la mañana siguiente, la Reina
corrió para ver si su plan había resultado.
La joven ya había despertado y estaba sentada en la cama.
—¿Durmió bien, querida? –preguntó la Reina.
—Me temo que no dormí nada –replicó la muchacha–. Había algo muy duro en la
cama que me produjo malestar toda la noche.
La reina sonrió. Sólo una Princesa de verdad tendría la piel tan delicada
como para sentir una lenteja debajo de cinco colchones, pensó ella.
Cuando la Reina le contó esto a su hijo, el Príncipe se alegró mucho.
—Por fin te he encontrado –le dijo a la Princesa–. Por favor, dime que vas a
ser mi novia.
—Lo seré –respondió ella, mientras su rostro resplandecía de alegría.
Al día siguiente, en medio de gran regocijo, el Príncipe y la Princesa se
casaron.